Dios te salve, Virgen de la Cabeza, reina y madre de misericordia, que desde las solanas del Jándula atalaya sois de las cumbres incómodas.
Vida dulzura y esperanza nuestra, en la grandeza de vuestro altar serrano, que cierran en columnas de rocas enmotadas los Peñones del Tamujar y del Rosalejo, sobre los azules retablos de la sierra Madrona.
Dios te salve, Patrona de los viejos monteros. A ti llamamos, Señora de la pedrizas y de las umbrías, los desterrados de Eva que ven en Vos la luz inmaterial que ilumina los riscos.
A ti suspiramos, Patrona de los portillos y de las manchas, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, que a tus pies dividimos para tu patronazgo en esos valles del Estena y del Bémbezar, del Bullaque y del Sardinilla; del Jándula y del Guadiana, que en el mapa de España mosaicos son de nuestra humilde ofrenda.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra; desde tu alto Santuario, laureado y castrense, bendice aquellos suelos que tu mirar sencillo endulzó siempre y cierra, desde la áspera negrura de Los Alarcones y El Contadero, hasta la sonrisa soleada de Valdelagrana y el Socor, el garabato femenino de tu bendición generosa.
Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, para que la fuerza de tu amparo se extienda a los lejanos alcornocales de Hornachuelos y de la Sierra de San Pedro; a los bravíos montes de Ciudad Real y de Toledo, a las nieves del Pirineo y de Cantabria, donde unos hombres de buena voluntad, adorando a la Creación entera, en Ti adoran a la más alta y tierna de las criaturas.
Y después de este destierro, Virgen Santa de Andújar, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh, clementísima! ¡Oh, piadosa! ¡Oh, dulce siempre Virgen María! Protege a cuantos aman las soledades que te sirven de manto y el aire puro que es corona de luz en tu Santuario.
Ruega por nos, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar tus mercedes en el servicio de una caballerosa regla de intemperies que ya condujo a Eustaquio el Romano, a Germán el Galo y a Humberto el de Aquitania, por la senda que lleva a gozar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo, Amén
Jaime de Foxá